Decidido de acabar con la maldición de aquella maldita bruja me dispuse a caminar. De forma improvisada, se dejó escuchar un extraño ruido que salía de entre la maleza. Asustado tomé la espada de nuevo y sin miedo de no fracasar en el intento. El relichar de un caballo sonó, y una inmensa alegría recorrió mi cuerpo. Mi caballo había venido a buscarme.
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Bruja Oscura |
CABALGAMOS EN DIRECCIÓN DEL CASTILLO OSCURO
Me monté sobre su lomo y cabalgamos juntos durante horas hasta que por fin entramos en los dominios de aquel malvado ser oscuro. Al llegar hasta el mísmisimo pórtico, me bajé de mi caballo y acariándolo en la cabeza me despedí de él con gratitud.
- Querido amigo y acompañante de caminos, quiero despedirme de ti porque una vez que entre ya no creo que pueda salir. Mi cuerpo perecerá o bien sobrevivirá traspasando dimensiones, ya que viajaré gracias a algún conjuro. Las puertas del castillo quedarán selladas para siempre una vez que entre en su interior.
Le dí unos suaves toquecitos en su cabeza, y él asintió como si lo hubiera comprendido.
- Anda, vete... tal vez nos veamos de nuevo en el castillo de los reyes - aconsejé a mi caballo.
EN EL INTERIOR DEL CASTILLO OSCURO
En ese mismo instante sentía odio, terror y mucha valentía, así que abrí aquellas puertas con la ayuda del Libro de los Símbolos Extraños, y lo mismo hice al penetrar en él, para sellar la entrada, y así nadie podría salir, ni tan siquiera escapar.
Con mi espada en una mano, y la mochila colgada en mis espaldas me dispuse a subir las escaleras del gran salón de entrada. Algo me decía que ella estaría allí esperándome, impaciente para intentar acabar con mi vida.
Subí a la segunda planta y al fondo de la misma había una puerta abierta, la única que se encontraba así, porque todas estaban cerradas al paso. Me dirigí hacia allí valientemente y sin miedo. Ahora sí que tomé mis espada con las dos manos, apretando bien su empuñadura.
Al entrar en la sala, pude ver a la malvada mujer mirando por la ventana, totalmente a espaldas de mí. Ella giró la cabeza en cuanto se percató de mi presencia física. Con ojos repletos de ira lanzó una bola luminosa con intención de destruirme.
Con mi espada logré partirla en dos, rompiendo de estanterías repletas de brebajes y pócimas que había en cada extremo de la habitación.
- Muy hábil, mi querido John - dijo con voz desafiante
- Dime, malvada mujer - respondí nervioso.
- Vamos a hacer una cosa. Quiero jugar contigo a un juego. Tan sólo deseo que me adivines un acertijo. Si eres capaz de contestarlo te daré aquello que tanto deseas "la vasija mágica". Dime el color del interior de este valioso objeto - volvió a proferir.
- Y si no lo acierto ¿qué ocurrirá? - respondí con rotundidad.
- Qué moriréis todos - contestó riendo sin parar.
Me quedé pensativo por unos instante pensando bien mi respuesta. No sabía qué decir ni contestar. Me sentía aturdido ¿cómo diablos iba a saber yo de qué color era el interior de aquella vasija, si no sabía ni tan siquiera lo que contenía? Me tomé unos segundos más antes de contestar.
- No tengo todo el día John, así que habla ahora o calla para siempre - dijo en tono muy amenazante.
Debía tomar una decisión rápido, así que no quedaba otra que elegir ya.
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